lunes, 18 de enero de 2016

MONEDA MACUQUINA

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MACUQUINA





 Durante su reinado, Felipe II patrocinó varias expediciones científicas y geográficas que permitieron que en 1565 se descubriera la “ruta de tornaviaje de Filipinas hasta el puerto de Acapulco”. Con este descubrimiento, se estableció una importante ruta comercial con Oriente y se incrementó considerablemente la necesidad de monedas fabricadas en la Nueva España.
Gracias a la abundancia de metales, se pudo responder al aumento de la demanda de moneda pero a cambio se dejaron de acuñar las monedas de Carlos y Juana para iniciar la producción de un nuevo tipo. Ante la necesidad de disponer de mayor cantidad de piezas para satisfacer la demanda del Imperio Español, la calidad de acuñación disminuyó. Las nuevas piezas eran de factura y apariencia burdas, troqueladas a golpe de martillo en trozos de metal de forma y grosor irregulares pero con los contenidos prescritos de metal fino. Debido a que muchos países no tenían plata ni casas de moneda, adoptaron las piezas mexicanas como medio de cambio mediante un resello o recorte. Así, la moneda mexicana se convirtió en una divisa que reinó en los mercados internacionales por más de tres siglos.
La llamada moneda macuquina se acuñó desde el reinado de Felipe II hasta el primer reinado de Felipe V. Es probable que el vocablo proceda del árabe macuch, que significa aprobado o sancionado.
Durante el reinado de Felipe III se comenzó a fechar las monedas, siendo la fecha más antigua documentada en la Colección Numismática del Banco de México la de 1607. Aunque en un principio estaba prohibido acuñar oro, en 1679 se inició la producción de monedas de ese metal, también del tipo macuquino, durante el reinado del último Habsburgo, Carlos II, a quien sucedió por morir sin herederos, Felipe de Anjou (Felipe V), nieto de Luis XIV.
Con el cambio de casa reinante, Felipe V intentó mejorar la acuñación con avances tecnológicos. En el primer periodo de este monarca, se acuñaron monedas en tipo macuquino. Cuando se enteró de que su primogénito estaba por morir, abdicó a su favor y así, su hijo, Luis I, ocupó el trono durante unos meses de 1724. Al morir Luis I, su padre recuperó la corona y ordenó la acuñación póstuma de monedas a nombre de su hijo difunto, piezas de suma rareza que se encuentran entre las más escasas de la acuñación virreinal. Felipe V también ensayó la acuñación de piezas de transición muy bien fabricadas, pero todavía sin cordón protector ni redondas, conocidas como recortadas.

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